PROYECTO ESCOLAR ITINERANTE
LA TIERRA PROMETIDA
Diario de un inmigrante, por Pathé Cissé
Coordinadores del proyecto: Elisa Rivera Vila
y Manuel Fco. Romero Oliva
Organismos que apoyan la iniciativa: Fundación Provincial de Cultura
de la Diputación de Cádiz, Delegación de Educación
de la Consejería de Educación y Ciencia
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Breve reseña del libro
El libro se estructura en dos partes: una edición bilingüe, español-francés, en donde se relata la llegada a Tenerife y, a continuación, aparecen una serie de cuadros -18 en total- que han resultado tras una primera lectura antes de su publicación bajo el título de "Comunicación verbal y no verbal en La tierra prometida". En la elaboración de la exposición han participado personas de diversos ámbitos profesionales y educativos pues la idea ha sido acercar lo que representa este relato -la problemática de la inmigración- a los diferentes estamentos de la sociedad.
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El autor del libro titulado La tierra prometida. Diario de un emigrante asistió al IES. 'Almunia' para tener un encuentro con los alumnos de 3º de ESSO. A, B y D, que habían leído su libro.
A continuación, habló el autor, Pathé Cissé, que agradeció las opiniones que algunos alumnos le habían ofrecido sobre su libro para pasar a comentar el origen del mismo. Las quejas de los africanos nacen del hecho de que nadie hace nada por ellos, tras un siglo de esclavitud y otro de colonización, coronados por la invasión de los políticos corruptos, que se limitan a gastar en sus caprichos las ayudas que proceden del mundo desarrollado sin preocuparse por la alimentación de su pueblo, la educación de los niños o el trabajo. Por todo ello, cuando un africano se levanta cada mañana, sólo tiene un objetivo: buscar la comida para el día, sin poder ocuparse de su futuro.
Los países occidentales ofrecen ayuda pero, en realidad, lo que proporcionan es el pescado y no la caña para pescarlo; de ahí que, cuando se termina la ayuda o la comida, no hay nada más. Está convencido de que, si se preocuparan los países desarrollados en crear puestos de trabajo en sus países mediante proyectos de cooperación, los africanos no emigrarían.
Ser emigrante es muy duro, se pierde la juventud y la identidad. En Senegal, su país, los únicos que tienen un puesto de trabajo son los tres millones de funcionarios; los ocho millones restantes han de “buscarse la vida”. Además, tampoco hay materias primas ya que el pescado de sus costas ha sido esquilmado por las grandes compañías pesqueras internacionales.
En conclusión, un emigrante no es un loco que se mete en una patera sino que lo hace porque es la única salida que le queda. En su caso, se vio obligado porque es el mayor de once hermanos.
En cambio –afirma- los alumnos que lo escuchan tienen mucha suerte: pueden estudiar, comer, vestirse como quieren… Pateé asistía a una clase en la que había 125 alumnos y sólo diez de ellos tenían material escolar (libros, bolígrafos, carpeta y papel). Elocuente fue el dato de que un bolígrafo cuesta veinte céntimos, igual que un kilo y medio de arroz; obviamente, las familias deben cubrir primero las necesidades básicas. Anima a los alumnos a estudiar, que fue la gran ilusión que él nunca pudo cumplir.
Muchos emigrantes pierden la vida en el viaje hacia Europa y sólo un pequeñito grupo consigue sus metas, básicamente ganar un poco de dinero y enviarlo a su familia para que deje de pasar hambre y penurias -Pathé dice hambre y se refiere a no tener absolutamente nada que comer, no poder dormir por ello- y poder comprar las medicinas para curar las enfermedades.
Todas estas circunstancias llevaron al autor a venir a España. Su fe en Dios fue uNapoyo para él en los malos momentos.
A partir de aquí comenzaron las preguntas de los alumnos.
ANA SANTOS (PROFESORA): ¿Sufrió mucho tu madre al verte partir?
PATHÉ CISSÉ: Traté de evitar que mi madre supiera el día exacto en el que me iba a marchar para que no sufriera y me acompañó una de mis hermanas. Así, mi madre no sería testigo de las dificultades para alcanzar la patera ya que los poderes fácticos del país tratan de evitar que los senegaleses emigremos.
MANUEL FRANCISCO: Sin embargo, mantienes contacto con tu madre, ¿no?
P. C.: Antes de partir quedamos de acuerdo en que la llamaría cada día por teléfono antes de acostarme y así lo hago. Como todas las madres, me regaña cuando se me olvida. En nuestras conversaciones se interesa por lo que hago y por cómo estoy y, sobre todo, me recuerda aquellos valores que me enseñó.
CARMEN BARROSO: ¿Te arrepientes de haberte montado en la patera?
P. C.: No, nunca, ya que no concebía la vuelta atrás, dejé la casa de mi padre hipotecada para pagar mi viaje y, si no pagaba, mis hermanos deberían hacer frente a la deuda sin los medios suficientes; por lo tanto no podía renunciar: o lo consigues o mueres. En cambio, sí que sentí mucho miedo.
CARMEN BARROSO: ¿Tienes amigos en España?
P. C.: Sí, tengo muchos amigos que se interesan por mí y me ayudan, incluso tengo amigos con los que juego al fútbol, aunque ellos son del Barca y yo del Madrid. También es muy buen amigo Manuel Francisco.
MANUEL FRANCISCO: ¿Cuál ha sido el papel de la mujer en tu incorporación a Europa?
P. C.: En mi vida la mujer siempre ha tenido un papel muy importante: mi madre siempre ha luchado por mis hermanos y por mí, la mujer es la que trabaja en general en ciertas zonas -las mujeres curan a sus hijos-. En España, la psicóloga que me atendía era una mujer, la asistente social también mujer y la profesora de español, mujer. Es muy importante la mujer y también son muy inteligentes. Deben tener un papel más importante en los países pues seguro que la sociedad mejoraría.
JOSÉ MIGUEL RUBIALES: ¿Tienes novia?
P. C.: Estoy casado y tengo dos hijos, el pequeño no había nacido cuando me vine a España; por lo tanto, no lo conozco. Una de las razones por las que estoy aquí es para que ellos no se encuentren las mismas dificultades que yo.
JOSÉ MIGUEL RUBIALES: ¿En qué trabajas?
P. C.: En la venta ambulante.
CARMEN BARROSO: ¿Cómo veis España desde tu país?
P. C.: Un sueño, ‘el país del mago Merlín’, en el que, cuando llegues, podrás encontrar trabajo y nunca tendrás dificultades; pero, una vez que llegué, vi que también hay problemas, hay pobres, las personas tienen que luchar. De todas formas, eso es bueno porque te hace tener valores, no se puede ser un “flojo”, hay que luchar.
ÁNGELA RUIZ: ¿Cuánta distancia tenías que caminar para ir al colegio cada día?
P. C.: Dos horas, ya que no teníamos dinero para ir en autobús; entrábamos a las ocho de la mañana y debíamos levantarnos a las seis, nos marchábamos sin desayunar y permanecíamos en el colegio durante todo el día. Allí los profesores tienen mucha autoridad pero, como muchos alumnos tienen mucha hambre, no pueden concentrarse en estudiar.
ÁNGELA RUIZ: ¿Las niñas van al colegio?
SINDI BARROSO: ¿Qué te ayudó a seguir?
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Agradecimos su visita, enriquecedora para todos, con unos pequeños detalles.
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