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Nadie podrá quitarte la nostalgia.

CAMILO JOSÉ CELA

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28 febrero 2010

Care Santos visita el Almunia

No es casualidad que Care Santos acumule, en su juventud, un montón de escritos, no sólo juveniles, y un buen puñado de prestigiosos premios, sobre todo en el ámbito de la literatura para jóvenes. Hemos tenido la suerte de que nos visite gracias al ofrecimiento de la editorial Edebé y a su representante en la zona, Juanjo, para hablarnos de su libro Pídeme la luna, un libro que, a pesar de su asentada veteranía en el mercado, sigue teniendo una vitalidad envidiable.

En el ámbito del éxito de los contactos por Internet entre los jóvenes, la novela planteaa el día a día de una adolescente que es acosada por un compañero de instituto y tiene que ser trasladada a otro. Es, en sí, una regresión: la protagonista recuerda cómo ha llegado a esta situación ante su ‘nueva vida’ en otro centro de enseñanza, recuerdo en el que se mezclan los típicos problemas, vivencias e inseguridades de una adolescente, el caso de bullying ya apuntado, una situación familiar complicada y una relación de ‘chateo’ en la que un misterioso y romántico muchacho llena de ilusión a la chica. Para ella, ésta es su burbuja.


Casi un centenar de alumnos de 4º -que colaboraron con su respeto y silencio y, después, con sus intervenciones- disfrutó unos setenta minutos de la presencia de la escritora. Care no sólo habló de su obra (su génesis, sus características, los personajes,…) sino también de otros asuntos que interesaron a la audiencia: su proceso creativo, la función e importancia de la escritura en su vida, la relación entre ésta y la escritura…

Blanca es una chica que quiere pasar desapercibida. El narrador nos lo dice al principio de la obra: el suelo es su especialidad, aunque odie reconocerlo. Suele caminar con la cabeza gacha y los ojos huidizos, haciendo esfuerzos por no mirar, por no escuchar a nadie. Deseando no ser vista, no llamar la atención por encima de cualquier cosa. Cumplir años, en contra de lo que ella pensaba, no le alivia porque aún no ha aprendido a enfrentarse a sus problemas, a ser valiente, a hacerse valer. En lugar de eso, continúa caminando con la mirada fija en las baldosas del suelo. Y odiándose por ello.


El ordenador e Internet son para la chica una válvula de escape, otra burbuja de oxígeno dentro de un universo donde no se puede respirar. Blanca escribe en el ordenador a su hermano mayor –luego descubrimos que murió a los nueve años, en un accidente doméstico, cuando ella tenía cuatro y, si bien sin intención, ella fue la culpable de la muerte de su hermano- como si estuviera vivo y lejos de su casa.

La situación en ella tampoco ayuda porque su madre piensa casarse con su cuñado, tras la muerte del padre de Blanca, atropellado por un conductor cuando iba a correr por la playa, como hacía con frecuencia. Entiende que su madre tenga razón pero cree que ella también la tiene: muchas veces pienso que mamá tiene razón  cuando me acusa de ser una egoísta. Dice que no pienso más que en mí, que no tengo en cuenta que ella también es muy joven y tiene derecho a seguir siendo feliz. [ …  ] Todos tenemos derecho a ser felices y todos tenemos derecho a pelear por lograrlo. [ … ] En realidad, no me quito a nuestro padre de la cabeza. Sólo pienso en él…

Care desveló que solicitó, a través de su blog, que los jóvenes que quisieran le comentaran sus problemas; una chica madrileña de catorce años le relató un caso de acoso. Care le pidió una entrevista y permiso para utilizar algunos de los episodios que la chica le apunta; en el encuentro, entre otras cosas, le refiere la escena de los lavabos, que utiliza de manera prácticamente literal, en la página sesenta y siguientes de PLL. En ella, Álex y su panda vuelcan sobre Blanca sus heces tras bloquear su salida de los lavabos de las chicas. El recuerdo de Blanca lo resume: me dieron ganas de llorar. De rabia, de impotencia, de vergüenza [ … ] Recuerdo que sólo quería irme. No mirarles, que no me miraran, que me dejaran en paz. Huir.


Nadie es del todo bueno o del todo malo. Álex es el jefe de la panda de bravucones que aterroriza a los alumnos pusilánimes como Blanca pero, cuando cuenta ésta que Álex ha sido expulsado por robar unos exámenes, comenta: dicen en el insti, además, que su padre es muy severo, de ésos que no pasan ni una   [ … ] y que anoche le dio una paliza. No sé si será verdad pero, si lo es, ya entiendo de dónde ha sacado ese imbécil su natural violento.

Otra de las varias escenas que Care toma de su experiencia es la muerte del perro de la chica, como nos comentó. Ella también sufrió mucho cuando murió su perra, que llevaba en la familia mucho tiempo. Remito a las páginas 105 a la 112 donde se narra todo el proceso de la enfermedad de Kafka, el perro de Blanca y su lenta y dramática agonía.

Puede que alguien se esté preguntando a qué viene el título de la novela. En una de las conversaciones entre Buranka (Blanca) y Miwok (el romántico interlocutor), leemos:

Miwok: Si de pronto se te apareciera un genio y pudieras pedirle algo, lo que sea, ¿qué pedirías?
Buranka: La Luna [ … ] porque está lejos y no hay nadie.
Miwok: Pídeme la Luna. La atraparé para ti y la acercaremos a la Tierra.
Buranka: Si la acercas a la Tierra ya no la quiero.


No podía ser de otra manera, amante Blanca como es de la soledad. Por eso, se desmaya al comprobar que, en la cita en la que por fin va a conocer a Miwok, éste resulta se Álex, su acosador. Es el colmo de la mala suerte o una broma del destino. Se narra en las páginas 144 y 145.

También nos comentó Care que el final, que puede parecer abstracto, tiene que ver, simbólicamente, con una de las preocupaciones que marcaron el desarrollo de sus hijos (el dúplex en el que viven le ha llevado a la escritora a temer que, durante la niñez, sus hijos se caigan por la baranda del piso de arriba. Ese episodio lo conocemos a través de la madre de Irene, la mejor amiga y confidente de Blanca, y es, sin duda, la causa de la complicada forma de ser de la protagonista:

Me explicó (dice Irene de su madre) que la familia de Blanca vivía en un dúplex. [ … ] La tarde en que todo ocurrió, los dos niños (Blanca y su hermano) discutían por un cuento. Forcejearon. En el último momento, Gabriel consiguió quitarle el cuento a la niña. Pero Blanca sintió tanta rabia que le empujó [ … ] Gabriel trastabilló, perdió el equilibrio, y cayó de espaldas. La escalera era pronunciada. Su cuerpo se estrelló contra la pared antes de caer. Se desnucó en el acto. A Irene le sorprende que no recuerde nada Blanca o que lo aparente. Su madre le asegura que la mente es muy sabia y, a veces, ésa es la única forma de poder seguir viviendo: hacer desaparecer de raíz los recuerdos dolorosos.


Los alumnos preguntaron todo tipo de cosas sobre el libro y la escritora, que ésta contesto con paciencia y profusión de datos; fue interesante la explicación de cómo ella va dando forma a una nueva novela: anota ideas, las deja reposar, y, luego, si le interesan, las retoma y va construyendo la obra. También le preguntaron si había escrito libros por encargo. Respondió que sí y que, aunque parezca algo desagradable y que coarta la libertad creadora del escritor, hasta de ellos se aprende.

La novela se lee de un tirón porque atrapa porque es sencilla y trata temas de actualidad no sólo para los jóvenes sino para los que, de una u otra manera, tenemos contactos con ellos. Care afirma que no cree en las novelas exclusivamente para jóvenes, es decir, en la tan rimbombante etiqueta LITERATURA JUVENIL).
Jesús Taranilla

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